La propaganda pro-inflacionista hace hincapié al presente en el pretendido hecho de que el patrón oro fracasó y de que nunca se volverá a ensayar: las naciones no se encuentran ya dispuestas a observar las reglas del juego del talón oro y a soportar todos los costos que exige su mantenimiento.
Antes que todo es preciso recordar que el patrón oro no fracasó. Los gobiernos lo suprimieron con el objeto de preparar el camino a la inflación. Todo el torvo aparato del apremio y la coacción -la policía, los guardias aduaneros, los tribunales penales, las prisiones, en algunos países inclusive los verdugos- hubieron de ponerse en movimiento a fin de destruir el patrón oro. Fue necesario romper pactos solemnes, promulgar leyes retroactivas, contravenir abiertamente los preceptos de las constituciones y las declaraciones de derechos. Entonces, una caterva de escritores serviles alabaron lo que los gobiernos habían hecho y saludaron el advenimiento de la nueva era feliz del dinero signo creado por fiat gubernamental.
Lo que más impresiona en el caso de esta pretendida nueva política monetaria, sin embargo, es su completo fracaso. Es verdad que sustituyó la moneda sana con moneda de papel sin valor intrínseco en los mercados domésticos y que benefició a los intereses materiales de ciertos individuos y grupos a expensas de otros. Además contribuyó considerablemente a la desintegración de la división internacional del trabajo. Mas no por eso consiguió eliminar al oro de su posición como patrón internacional o mundial. Basta echar una mirada a la página financiera de cualquier diario para descubrir inmediatamente que el oro, y no los abigarrados productos de las oficinas impresoras de los diversos gobiernos, sigue siendo la moneda universal. Estos jirones de papel son más estimados mientras más estable es su precio por comparación a una onza de oro. Quien hoy día se atreve a insinuar la posibilidad de que las nacionaes vuelvan a un patrón oro doméstico es acallado como si estuviera loco. Es posible que durante algún tiempo se siga amedrentando a la gente en esta forma. Sin embargo, la posición del oro como patrón universal resulta inexpugnable. La política de «abandonar el patrón oro» no ha librado a las autoridades monetarias de un país de la necesidad de tomar en cuenta el precio en oro de la unidad monetaria.