II
Las ventajas y supuestas deficiencias del patrón oro
La excelencia del talón oro radica en el hecho de que hace la determinación del poder adquisitivo de la unidad monetaria independiente de los planes de acción que persigan los gobiernos y los partidos políticos. Además, impide a los gobernantes eludir las prerrogativas de las asambleas representativas en materia financiera y presupuestar. El control de las finanzas por el parlamento únicamente puede operar si el gobierno no se encuentra en situación de subvenir a los gastos no autorizados, mediante el incremento de la cantidad de dinero en circulación a virtud de su fiat. Cuando se considera bajo este aspecto, el patrón oro se nos presenta como un instrumento indispensable del conjunto de salvaguardias constitucionales que hacen que el sistema de gobierno representativo pueda funcionar.
Cuando a mediados del siglo XIX aumentó considerablemente la producción aurífera en California y Australia, varias gentes atacaron el patrón oro diciendo que era inflacionario. Por aquellos días Michel Chevalier, en su libro sobre «La Probable Depreciación del Oro», recomendó que se abandonara el talón oro, y Béranger se ocupó del mismo asunto en uno de sus poemas. Más tarde estas críticas se apagaron. Al talón oro ya no se le acusó de inflacionario, sino por el contrario, de deflacionario. Hasta los partidarios más fanáticos de la inflación gustan de disfrazar sus verdaderas intenciones declarando que simplemente desean compensar la presión contraccionista que la oferta supuestamente insuficiente de oro tiende a producir.
A pesar de lo anterior, es claro que durante las últimas generaciones ha prevalecido una tendencia al alza en los precios de todas las mercancías y en las tasas de los salarios. No es el caso de que examinemos los efectos económicos de una tendencia general de los precios y los salarios en dinero a descender. Pues no hay duda de lo que hemos experimentado en el transcurso de los últimos cien años fue precisamente lo contrario, esto es, una tendencia secular en el sentido de un descenso en el poder adquisitivo de la unidad monetaria, la cual sólo temporalmente se vio interrumpida por las consecuencias de la terminación de un auge creado intencionalmente mediante la expansión del crédito. Comparando con las mercancías, el oro se hizo más barato, no más caros. Lo que piden los enemigos del talón oro no es invertir una tendencia dominante en materia de determinación de precios sino intensificar muy considerablemente el movimiento ascendente que ya prevalece en los precios y salarios. Sencillamente pretenden abatir el poder adquisitivo de la unidad monetaria a un ritmo acelerado.
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