En el mundo antiguo, por supuesto, tener autoridad sobre las mercaderías más importantes, los alimentos, era ciertamente tener poder.
«El hombre, o clase de hombres, que controlen la provisión de elementos esenciales tiene la posesión del poder supremo.
Por lo tanto, el resguardo de la provisión de alimentos ha sido preocupación de los gobiernos desde que éstos han existido», escribió Mary Lacy en 1922. Y tan temprano como en la quinta dinastía de Egipto, generalmente ubicada en el año 2830 A.C. o antes, el monarca Henku había inscripto en su tumba, «Fui señor y veedor del grano sureño en esta tierra «.
Durante siglos el gobierno egipcio trató de mantener el control de la cosecha de granos, sabiendo que
El control de la comida es el control de la vida
Utilizando el pretexto de prevenir el hambre, el gobierno reguló más y más los graneros; la regulación llevó a la dirección y finalmente a la apropiación: la tierra se convirtió en propiedad del monarca y era rentada por él a los agricultores.
Bajo la dinastía Lagid (fundada por Tolomeo I Soter en el año 306 A.C.) «había una real omnipresencia del estado… El Estado… intervenía empleando ampliamente todas sus prerrogativas legales… todos los precios se fijaban por mandato a todos los niveles». De acuerdo con el historiador frances, Jean-Philippe Levy, «el control tomó proporciones amenazantes. Había un ejército completo de inspectores. No había más que inventarios, censos de hombres y animales…estimaciones de cosechas futuras…En los pueblos, cuando los agricultores que estaban disgustados con todo esto huían, los que quedaban eran responsables por la producción de los ausentes…(uno de los primeros efectos de controles de precios rígidos en productos agrícolas es el abandono de las granjas y la consecuente caída en ls provisión de alimentos). La presión (de los inspectores) se extendía, en caso de necesidad, a la crueldad y la tortura. Los trabajadores egipcios sufrieron mucho durante este período de los abusos de la intervención estatal en la economía, especialmente con la «ley de bronce», una teoría económica que sostenía que los salarios nunca podían subir por sobre las mínimas necesidades para mantener a los trabajadores vivos. Los controles de salarios establecidos por el gobierno reflejaban esta doctrina económica prevaleciente.
«Luego de un período brillante», concluye Levy, «la economía egipcia sufrió un colapso a fines del tercer siglo AC, como también su estabilidad política. La crisis financiera fue ya permanente. La moneda se devaluó. El comercio de Alejandría declinó. Los trabajadores, disgustados con las condiciones que le habían sido impuestas, abandonaban sus tierras y desaparecían hacia el interior del país…»
(Del libro: «4.000 años de controles de precios y salarios, como no combatir la inflación «, de Robert Schuettinger y Eamonn F. Butler).