Mito 8: El mejor impuesto es un impuesto «plano» sobre la renta, proporcional a los ingresos, sin exenciones o deducciones.
Por lo general, quienes proponen un impuesto plano sobre la renta añaden que la elliminación de las exenciones permitiría al gobierno federal reducir sustancialmente los tipos impositivos vigentes.
Pero este punto de vista supone, por un lado, que las actuales deducciones del impuesto sobre la renta son inmorales subsidios o «lagunas» que se deben cerrar para beneficio de todos. Una deducción o exención es sólo un «vacío legal» si se asume que el gobierno posee el 100 por ciento de los ingresos de todo el mundo y algunos piensan que el hecho de que se permita que parte de esos ingresos permanezcan libres de impuesto constituye un irritante «vacío legal.» Permitir que alguien conserve una parte de sus propios ingresos no es ni un vacío ni un subsidio. Reducir los impuestos con carácter general mediante la supresión de las deducciones por gastos médicos, por el pago de intereses o por pérdidas no aseguradas, supone simplemente bajar los impuestos a un conjunto de personas (las que no han tenido que pagar muchos intereses, han tenido pocos gastos médicos o no han tenido un siniestro no cubierto por el seguro) a cambio de aumentarlos a quienes sí que han incurrido en tales gastos. Además, tampoco hay ninguna garantía, ni siquiera una probabilidad, de que, una vez que las exenciones y deducciones se hayan eliminado, el gobierno mantenga el tipo del impuesto en el nivel más bajo. Si nos atenemos al registro histórico de los gobiernos, pasados y presentes, tenemos todas las razones para suponer que el gobierno nos quitará más dinero cuando vuelva a subir el tipo del impuesto (por lo menos) al nivel que tenía antes, con la consiguiente mayor y generalizada transferencia de recursos de los productores a la burocracia. Se supone que el sistema tributario debe funcionar de forma más o menos análoga a como se comporten los precios o los ingresos en el mercado. Sin embargo, los precios en el mercado no son proporcionales a los ingresos. Sería un mundo peculiar, por ejemplo, aquel en el que Rockefeller se viera obligado a pagar 1.000 dólares por una barra de pan, es decir, a hacer un pago proporcional a sus ingresos en relación con los del hombre corriente. Eso significaría un mundo en el cual se aplicaría la igualdad en los ingresos de una manera particularmente extraña e ineficiente. Si un impuesto se cobrase como si fuera un precio de mercado, sería igual para cada «cliente», no proporcional a los ingresos de cada cliente.
por Murray Rothbard