El papel de jueces y tribunales

La interferencia pública en el mercado y el dinero se produce solo en casos en que las personas no están dispuestas a hacer lo que voluntariamente prometieron hacer. Habiendo elegido para sí mismo el campo en el que quiere trabajar, debe trocar o comerciar con lo que ha producido para sobrevivir, para obtener las cosas que necesita para vivir. Si los actos de intercambio son tales que todos dan y reciben los bienes y servicios contratados al mismo tiempo, puede haber dificultades. El valor y significado de las cosas que se entregan y las que se reciben no son nunca iguales o idénticos, no solo en tamaño y calidad, sino también, lo que es más importante, respecto del periodo en el que se va a realizar el intercambio.
Si la gente contrata, si ambas partes deciden que debe hacerse algo inmediatamente, no hay en general razón para ningún desacuerdo entre las partes. Ambas partes del intercambio reciben inmediatamente lo que quieren adquirir a cambio de lo que entregan. Todo el acto de intercambio se acaba entonces, no hay consecuencias posteriores. Pero la mayoría de los intercambios no son así. En realidad hay muchos intercambios en los que ambas partes no tienen que entregar inmediatamente lo que están obligadas a entregar. Si las partes de un contrato, de un intercambio, quieren posponer la realización, la ejecución de su contrato, pueden aparecer diferencias de opinión, algunas diferencias de opinión muy importantes, con respecto a lo correcto de la contribución de una parte u otra. Traducido del lenguaje más abstracto utilizado por abogados y economistas, eso significa que si un hombre ha contratado con otro hombre y ha prometido hacer algo en una fecha posterior, puede plantearse la pregunta de si cuando llegue ese momento su promesa se ha cumplido realmente de manera acorde con las condiciones del contrato.
El dinero es un medio de intercambio, un fenómeno que evolucionó del mercado. El dinero es el resultado de una evolución histórica que, en el curso de muchos cientos y miles de años, produjo el uso del intercambio mediante la intermediación de un medio de intercambio. El dinero es el medio de intercambio generalmente aceptado y generalmente usado, no es algo creado por el gobierno: es algo creado por las personas comprando y vendiendo en el mercado. Pero si la gente no cumple los acuerdos aceptados voluntariamente, el gobierno tiene que intervenir. Y en cualquier interferencia del gobierno, este tiene que averiguar antes de interferir si hubo realmente una violación de contratos acordados voluntariamente Esos contratos son la consecuencia de acuerdos y si la gente no cumple con lo que ha prometido es entonces el estado el que tiene que interferir para impedir que las personas recurran a la violencia. Se reclama al gobierno que proteja el mercado frente a gente que no quiera cumplir con las obligaciones que tiene que cumplir en el mercado y entre esas obligaciones está la de hacer pagos en cantidades concretas de dinero. Si alguien quiere apelar a la interferencia pública contra otra persona porque esa persona no cumplió con lo que había aceptado voluntariamente como un acuerdo, entonces es tarea del gobierno, de los tribunales, de los jueces, determinar qué es dinero y qué no. Así que lo que hacían los gobiernos, lo que habían hecho los gobiernos durante miles años, podríamos decir, es aprovechar mal la posición que les da esto para declarar como dinero lo que no es dinero o lo que tiene un poder adquisitivo menor por pieza individual.
El mercado, la institución social real, la institución social fundamental, tiene una debilidad aterradora. La debilidad no está en la institución del mercado, sino en los seres humanos que operan en el mercado. Hay gente que no quiere cumplir con el principio fundamental del mercado: el acuerdo voluntario y la acción de acuerdo con el acuerdo voluntario. Hay gente que recurre a la violencia. Y hay gente que no quiere cumplir con las obligaciones que ha aceptado voluntariamente de acuerdo con otra gente. El mercado, la institución social humana fundamental, no puede existir si no hay una institución que le proteja contra esa gente que o recurre a la violencia o no está dispuesta a cumplir con las obligaciones que ha aceptado voluntariamente. Esta institución es el estado, el poder policial del estado, el poder de recurrir a la violencia para impedir que otra gente, hombres normales, recurran a la violencia. La violencia es algo malo. El hecho de que la violencia sea necesaria, que sea indispensable en algunas situaciones, como para resolver disputas respecto de contratos, no hace de la institución que impone la violencia una buena institución. Sin embargo prevalece la idea más o menos en todo el mundo de que, por un lado, el gobierno, la institución que recurre a la violencia, es algo grande y bueno, y que, por otro, el mercado, el sistema de cooperación social voluntaria, aunque quizá sea necesario (aunque mucha gente ni siquiera se da cuenta de esto) indudablemente no es algo que deba ser considerado como bueno.

Ahora, todo lo que ha logrado la acción humana es el resultado de la cooperación voluntaria del hombre. Lo que hace el gobierno o lo que tendría que hacer el gobierno es proteger estas actividades frente a la gente que no cumple las normas que son necesarias para la preservación de la sociedad humana y todo lo que esta produce. Por cierto, la principal función del gobierno, o digamos su única función, es conservar el sistema de acción o cooperación voluntaria entre la gente, impidiendo que la gente recurra a la violencia. Lo que tiene que hacer el gobierno con respecto a este medio de intercambio es solo impedir que la gente rehúse cumplir los compromisos que ha asumido. No es una función de crear algo: es una función de proteger a los que están creando.
Entre las cosas que hacen a veces los individuos refractarios es incumplir sus obligaciones bajo acuerdos de mercado. Por decirlo de forma sencilla, una persona llega a un acuerdo y aun así esa persona no cumple con sus obligaciones bajo dicho acuerdo. Entonces es necesario recurrir a la acción pública. Lo que puedes hacer si la otra parte de un acuerdo dice: “Sí, lo sé. Recibí algo de ti por un acuerdo por el cual yo estaba obligado a darte algo a cambio. Pero no te lo daré. Soy malo. ¿Qué vas a hacer? Debes sonreír y aguantarte”. O es posible que la persona que tiene que darte algo posteriormente diga: “Lo siento, pero no te lo puedo dar o no te lo daré”. Esto hace que se venga abajo todo el sistema de mercado de los intercambios, todo el sistema basado en las acciones voluntarias de las personas.
Si un hombre ha ofrecido un contacto para entregar, por ejemplo, patatas en tres meses, puede plantearse la pregunta de si lo que entrega al comprador son realmente patatas en el sentido del contrato. La parte obligada a entregar patatas puede haber entregado algo que la otra parte no considere patatas. Entonces la segunda parte dice: “Llegamos a un acuerdo con respecto a unas patatas en el que teníamos en mente otra cosa. Teníamos en mente algo que tenía ciertas cualidades que no tienen estas patatas”. Es entonces tarea del gobierno, del juez al que nombra el gobierno para este fin, descubrir si estas patas cuestionables son o no realmente lo que entendían como “patatas” las partes contratantes. No deben estar podridas, deben tener ciertas características, deben ser patatas de acuerdo con los usos comerciales, etcétera. Pueden ser patatas desde el punto de vista de un profesor de botánica, pero no ser patatas desde el punto de vista del empresario. Esto es algo que la práctica comercial determina en todas partes. El juez puede no estar familiarizado con todo lo que pasa en el mundo y, por tanto, a menudo necesita la ayuda de un experto. El experto debe decir si las patas en cuestión deberían o no ser consideradas el tipo de patatas indicadas en el acuerdo. Y además es tarea del juez considerar el consejo del experto y determinar si lo que se ha entregado realmente son patatas o si son otra cosa.
Los acuerdos referidos a productos como patatas (o cualquier otra cosa: trigo, por ejemplo) que se producen habitualmente en el mercado mediante la intermediación de un medio de intercambio, popularmente llamado “dinero”, pueden incumplirse, como hemos visto, en el lado del producto. Pero también pueden incumplirse por el lado del dinero. Eso significa que un conflicto, una diferencia de opinión, puede aparecer entre las dos partes de un contrato con respecto al dinero que tiene que pagarse para cumplir con el contrato. El gobierno no estuvo directamente implicado en la evolución del dinero: la tarea del gobierno a este respecto es simplemente ver que la gente cumple los términos de sus contratos con respecto al dinero. Igual que un juez puede decir qué quiere decirse o no en el contrato con la palabra “patatas” o “trigo”, en situaciones especiales, para mantener las condiciones pacíficas en el país, el juez debe determinar qué se quería decir cuando las partes de un contrato mencionaban el “dinero”. ¿Qué usaba la gente como medio de intercambio? ¿Qué tenían en mente en su contrato cuando dijeron “Te pagaré cierta cantidad de unidades de ‘dinero’ cuando hagas lo que has prometido”? Se llamen esas unidades dólares o táleros o marcos o libras no importa: el gobierno solo tiene que descubrir cuál era el significado del contrato.
Eso es lo que tiene que decidir el gobierno. No tiene el poder para llamar “dinero” a algo que las partes no consideran dinero cuando concluyen su contrato igual que no tiene poder para llamar “patatas” a lo que no son patatas o, por ejemplo, llamar “cobre” a un pedazo de hierro. El dinero no es originalmente lo que el gobierno dice que es: es solo que debe decir qué significa “dinero” en el caso de un contrato en conflicto. Tengo que decir todo esto para señalar algo que la gente no parece saber hoy, que es que el dinero no lo creó el gobierno. La gente no sabe hoy esto porque las ideas estatistas acerca del mercado y acerca del dinero han destruido el conocimiento de cómo se crea el dinero. Solo tratando el problema de si se han cumplido o no las obligaciones monetarias es como el gobierno o, digamos, el juez tienen algo que decir acerca del dinero. Solo de esta manera el gobierno entra en contacto, entra originalmente en contacto con el dinero: como entra en contacto con todo lo demás, es decir, con patatas, trigo, manzanas, automóviles, etcétera. Por tanto no es verdad que el dinero sea algo que deriva del gobierno, que el gobierno sea soberano con respecto al dinero y que pueda decir qué es dinero. No es verdad que la relación del gobierno con el dinero sea distinta de con otras cosas. El dinero es un producto de los acuerdos de mercado igual que todo lo que entra en los acuerdos de intercambio.
Si un juez tuviera que decir que todo lo que el gobierno llama un caballo es lo que el gobierno llama un caballo y que el gobierno tiene el derecho a calificar a un pollo como un caballo, todos le considerarían corrupto o loco. Pero ene l curso de una larga evolución, el gobierno ha convertido la situación en la que el gobierno debe resolver disputas con respecto al significado de “dinero” tal y como se refiere en los contratos, a otra situación. A lo largo de siglos, muchos gobiernos y muchas teorías del derecho han generado la doctrina de que el dinero, un lado de casi todos los acuerdos de intercambio, es lo que el gobierno llama dinero. Los gobiernos pretenden tener el derecho a hacer lo que esta doctrina les dice, que es declarar “dinero” cualquier cosa, incluso un pedazo de papel. Y esta es la raíz del problema monetario.
Eso hace posible hacer cualquier cosa con el dinero, falsificarlo o devaluarlo, de cualquier forma que se quiera siempre que se tenga el gobierno, sus jueces y sus ejecutores de tu lado. Y por tanto un sistema desarrollado que es bien conocido por todos. El gobierno presume que es su derecho, obligación y privilegio declarar qué es dinero y fabricar este dinero. Este sistema produce una situación en la que es posible que el gobierno haga lo que quiera, puede hacer cualquier cosa con el dinero. Y esto crea una situación en la que el gobierno usa su poder para imprimir y acuñar dinero para fines como aumentar los medios, el poder adquisitivo con el que aparece en el mercado.

(del libro: «Cuidado con los alquimistas» de Ludwig Von Mises)

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